14 Oct Los efectos de la pandemia en la salud mental; ¿por qué decidir cuidarme, es cuidar de todos?
Ha llegado otra vez el otoño, el segundo bajo el contexto de la pandemia. Y de la mano, llega acompañándolo una fecha muy importante para quienes nos dedicamos a la psicología: el 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental; cuyo objetivo es generar conciencia alrededor de los diferentes problemas de salud mental que existen en el mundo y así, poco a poco ir creando un contexto que se interese más en prevenir, tratar y desmitificar los problemas psicológicos. Quizás te puedas preguntar: pero ¿qué significa eso para mí, si yo no me dedico a la psicología? Pues bien, la buena noticia es que al ser todos parte de este fenómeno, podemos influir positivamente en él. En este artículo te contaré cuáles han sido los principales efectos que ha provocado la pandemia en la salud mental y por qué es un tema del que vale la pena hablar.
¿Qué consecuencias ha tenido en este sentido la pandemia?
A casi dos años desde el inicio de la contingencia por COVID-19, sabemos por diversos estudios que el aislamiento, las múltiples pérdidas económicas, personales, laborales y sociales, así como la incertidumbre ante el futuro y la falta de información clara por parte de los medios de comunicación, han llevado a la población a desarrollar o agravar problemas emocionales y físicos importantes como la depresión, la ansiedad por la salud, el estrés crónico, la apatía, irritabilidad, insomnio, ira, agotamiento emocional, violencia, consumo de sustancias adictivas, problemas de concentración, etc. Especialmente entre los jóvenes, las mujeres, el personal sanitario, los adultos mayores y personas en condiciones de vulnerabilidad. Nadie en realidad, ha quedado fuera.
Así que, ¿por qué insistir en hablar sobre la salud mental?
Todas las secuelas mencionadas, no sólo se traducen en costos económicos y asistenciales muy elevados sino, principalmente, se traducen en sufrimiento humano, y ese el punto que no podemos pasar por alto.
La salud mental es similar a un bosque: hay de muchos tipos, y cada uno es distinto en sus colores, en sus texturas, en lo que habita dentro de ellos y en lo que los rodea. También, cambia mucho según la temporada que esté pasando o de los cuidados que reciba; es dinámica, vulnerable, pero también muy resistente. Cada persona tiene en su interior ese bosque único del que es dueño y del que también depende al mismo tiempo. Sin embargo, hay que tener presente que, para lograr mantenerlo en equilibrio, debe tenerse siempre en cuenta el contexto en el que crece, su clima, la gente que le visita o que le visitó, que sus necesidades serán diferentes en cada caso. Así, saliendo de la analogía, los factores ajenos a nuestro control, como el lugar en el que nacimos, la desigualdad económica, la delincuencia, entre muchos otros, influirán fuertemente en ese estado actual de nuestro bosque. Algunos no pueden modificarse, pero vale la pena hacer esfuerzos a nivel individual y colectivo para generar un cambio más grande; especialmente en un momento histórico como es el que estamos viviendo. De alguna manera, cada bosque conecta con otro, comunicándose y nutriéndose entre sí.
Ahora bien, es difícil comparar el sufrimiento emocional con un bosque. ¿Cómo podría compararse un incendio vivo con la frustración y el enojo de no tener recursos económicos suficientes para dar sustento a una familia? ¿O cómo comparar una lluvia intensa con el ahogo diario de alguien que vive con depresión o ansiedad? Seguramente habrá analogías suficientes para tratar de describir esas sensaciones, pero sería aún mejor que existieran suficientes recursos para proteger a quienes tienen que atravesarlas, puesto que las estimaciones indican que, tras la pandemia, los problemas de salud mental que no sean atendidos adecuadamente, se mantendrán por varios años, incluso décadas, afectando a familias y a comunidades enteras.
¿Qué nos queda hacer para combatir estos efectos?
Por último, aunque no sabemos si llegará ese anhelado “después” de la pandemia, sí sabemos cuán necesario es tomar todas las medidas que tengamos a nuestro alcance, ya sea como profesionales o no, para atender y priorizar el bienestar emocional. Ahí se encuentra el reto; en saber dar los pequeños pasos que ayuden a atenuar aquello que duele, aquello que nos atraviesa a todos de manera directa o indirecta.
Para acercarnos a esa realidad, se necesitan muchas manos comprometidas a velar por aquello que no se ve, pero que siempre se expresa. Nos necesita a todos: leñadores, guardabosques, caperucitas y lobos. No hace falta que te preguntes cuál eres tú, lo importante quizás sea preguntarse: ¿qué sí está a mi alcance para cuidar de mi bosque? ¿Lo puedo hacer solo o necesito ayuda? ¿Puedo ayudar yo a alguien o facilitarle esa ayuda? De esas preguntas pueden surgir muchas reflexiones que contribuyan no sólo a tu bienestar emocional, sino al de una sociedad que está aprendiendo junto con el otoño a desprenderse y a adaptarse, tomando un color distinto que permita hacer de la salud mental una realidad para todos.
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Terapeuta
Soy psicóloga especializada en adolescentes y adultos, bajo la corriente Psicoanalítica, pero no te espantes, nada ortodoxo y más bien integral, capacitada en técnicas cognitivo conductuales y de EMDR.